Sin mucho madrugar nos plantamos en Soria el sábado al mediodía a la hora de vermú. Tras un breve paseo de reconocimiento, llegamos a la plaza del Tubo, que estaba bastante ambientadilla. Nosotros nos integramos perfectamente.
Después, para bajar las tapillas, visitamos los claustros de la Concatedral y el de San Juan de Duero,
fuimos por el paseo al lado del Duero hasta San Saturio,
y como ya se estaba haciendo tarde, tiramos millas hasta el camping municipal de Zaragoza. No eran horas para hacer turismo, así que nos quedamos descansando el cuerpo y dándole un poco a la mente...
A la mañana siguiente, vimos el camping en todo su esplendor: las parcelas son amplísimas, y las instalaciones perfectas: baños limpios y con calefacción, fregaderos con agua caliente, piscina (aunque no estaba abierta), parque infantil y castillo hinchable para niños, wifi... Un poco alejado del centro, por lo que hay que usar el bus o el coche, pero hay quien tiene truquitos para poder aparcar bien en la ciudad.
En Zaragoza nos hizo un día estupendo y pudimos disfrutar de estas vistas del Pilar y del río.
Y de nuevo, carretera y manta. En esta ocasión tocaba atravesar el desierto de Monegros y nos encontramos con una estampa típica de las carreteras españolas:
Unas horitas más de furgo, y ya estábamos delante del ferry.
Y poco después, ya le decíamos adiós a Barcelona...
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